Bueno Bueno, despues de tanto tiempo.. Como les dije antes, este capitulo es especial, y tiene tambien una 2da parte! Muchas de ustedes deben de conocer esta parte de la historia, pero yo lo reescribí desde el punto de vista de Patch. Para aquellas que no leyeron esta parte de la historia, van a amarla(pero no digo de como escribo! me refiero a la historia). Siento no poder escribir mas seguido, es que estoy muy ocupada con la escuela y todo eso, pero siempre que puedo, escribo. Bueno, espero que lo disfruten!
Me recoste en mi cama,pensando. Luego, recuerdo la primera vez que verdaderamente hable con ella, con Nora.
Incliné mi silla hacia atrás sobre dos patas, extendí mis brazos, y los doblé detrás de mi cuello. Miraba fijamente las puertas de Enzo's Bistro. Pedí una mesa, en un oscuro rincón en donde la luz no llegaba. Una vela parpadeaba en cada mesa, pero yo había apagado la mía entre mis dedos al sentarme. Al otro lado de la mesa, Rixon yacía en su silla, sus ojos rastreando el techo mostrando aburrimiento exagerado.
—Te esperaré hasta que me vuelva azul —cantó Rixon en un murmullo—. No hay nada más que un hombre pueda hacer. Bebimos con demonios directamente del... —Se calló y, levantando una ceja, apuntó hacia sus pies—... infierno. Casi a punto de ganar también.
Sonreí.
—¿Calentando para tu audición de American Idol?
Rixon me pateó por debajo de la mesa.
—¿Cuándo vas a decirme lo que estás haciendo?
Una mesera pasó, dejando dos cafés.
Me recoste en mi cama,pensando. Luego, recuerdo la primera vez que verdaderamente hable con ella, con Nora.
Incliné mi silla hacia atrás sobre dos patas, extendí mis brazos, y los doblé detrás de mi cuello. Miraba fijamente las puertas de Enzo's Bistro. Pedí una mesa, en un oscuro rincón en donde la luz no llegaba. Una vela parpadeaba en cada mesa, pero yo había apagado la mía entre mis dedos al sentarme. Al otro lado de la mesa, Rixon yacía en su silla, sus ojos rastreando el techo mostrando aburrimiento exagerado.
—Te esperaré hasta que me vuelva azul —cantó Rixon en un murmullo—. No hay nada más que un hombre pueda hacer. Bebimos con demonios directamente del... —Se calló y, levantando una ceja, apuntó hacia sus pies—... infierno. Casi a punto de ganar también.
Sonreí.
—¿Calentando para tu audición de American Idol?
Rixon me pateó por debajo de la mesa.
—¿Cuándo vas a decirme lo que estás haciendo?
Una mesera pasó, dejando dos cafés.
Tomé un trago.
—¿Haciendo?
—Venimos aquí, ¿esto es Enzo's, verdad?, cada jueves en la noche alrededor de las ocho. Hace ya cinco semanas. Y crees que no lo he notado.
—Cuatro semanas.
Rixon rodó los ojos teatralmente.
—El mozo «puede» contar.
—Tienen buen café.
—Bien, entonces. El problema con eso es, que no puedes probarlo —señaló Rixon—. Entonces, ¿probarás con la mentira número dos?
—Me gusta el ambiente.
—Cada chica en este lugar tiene menos de veinte años. ¿Qué dices si enfadamos a algunos ejemplares un poco más cercanos a nuestra edad... setecientos al menos?
—No estoy aquí por las chicas. —«Sólo por una de ellas.» Miré mi reloj, luego de vuelta a las puertas. «En cualquier momento.»
—No estás aquí por las chicas —repitió Rixon—. No estás aquí por el juego, la bebida o la lucha. A todas luces, estemos teniendo una noche perfectamente buena, en un establecimiento de renombre. O bien comenzaste a escuchar al pequeño ángel en tu hombro, o ese malvado cerebro tuyo está danzando alrededor de algún plan.
—¿Y?
—Apuesto por lo último. Lo que quiero saber es, ¿qué proyecto que merece la pena involucra como lugar de reunión una inmaculada escuela secundaria? —preguntó, lanzando una mirada siniestra sobre el lugar.
Al fin, ella corrió dentro, dándole a la puerta un empujón adicional, para darle a su compañera rubia tiempo adicional para entrar antes de cerrarla. Se quedaron de pie en la entrada por un momento, sacudiéndose la lluvia de encima y secando sus pies. Rixon seguía husmeando en busca de respuestas, pero yo ya no le prestaba atención. Era inmensamente consciente de la más pequeña de las chicas, una pelirroja delgada con los hombros erguidos, y el mentón ligeramente levantado, en un gesto que podía ser confundido con arrogancia. No lo había visto por tanto tiempo que ya sabía que significaba algo más. Jugaba con palabras como “cautelosa” o “humilde”… “prudente”. Ella recogió su pelo en un moño inflexible, pero algunos mechones estaban sueltos, y el efecto llevaba el más mínimo rizo a su boca.
—Venimos aquí, ¿esto es Enzo's, verdad?, cada jueves en la noche alrededor de las ocho. Hace ya cinco semanas. Y crees que no lo he notado.
—Cuatro semanas.
Rixon rodó los ojos teatralmente.
—El mozo «puede» contar.
—Tienen buen café.
—Bien, entonces. El problema con eso es, que no puedes probarlo —señaló Rixon—. Entonces, ¿probarás con la mentira número dos?
—Me gusta el ambiente.
—Cada chica en este lugar tiene menos de veinte años. ¿Qué dices si enfadamos a algunos ejemplares un poco más cercanos a nuestra edad... setecientos al menos?
—No estoy aquí por las chicas. —«Sólo por una de ellas.» Miré mi reloj, luego de vuelta a las puertas. «En cualquier momento.»
—No estás aquí por las chicas —repitió Rixon—. No estás aquí por el juego, la bebida o la lucha. A todas luces, estemos teniendo una noche perfectamente buena, en un establecimiento de renombre. O bien comenzaste a escuchar al pequeño ángel en tu hombro, o ese malvado cerebro tuyo está danzando alrededor de algún plan.
—¿Y?
—Apuesto por lo último. Lo que quiero saber es, ¿qué proyecto que merece la pena involucra como lugar de reunión una inmaculada escuela secundaria? —preguntó, lanzando una mirada siniestra sobre el lugar.
Al fin, ella corrió dentro, dándole a la puerta un empujón adicional, para darle a su compañera rubia tiempo adicional para entrar antes de cerrarla. Se quedaron de pie en la entrada por un momento, sacudiéndose la lluvia de encima y secando sus pies. Rixon seguía husmeando en busca de respuestas, pero yo ya no le prestaba atención. Era inmensamente consciente de la más pequeña de las chicas, una pelirroja delgada con los hombros erguidos, y el mentón ligeramente levantado, en un gesto que podía ser confundido con arrogancia. No lo había visto por tanto tiempo que ya sabía que significaba algo más. Jugaba con palabras como “cautelosa” o “humilde”… “prudente”. Ella recogió su pelo en un moño inflexible, pero algunos mechones estaban sueltos, y el efecto llevaba el más mínimo rizo a su boca.
Llevaba ropa deportiva, parecía que venía de correr.
Entre la creciente lista de cosas que iba descubriendo acerca de ella estaba: sólo hacía ejercicios cuando hacía buen clima. Al menos una vez a la semana. Y sólo cuando la rubia, una persona de dietas, la arrastraba.
La anfitriona llevó a las chicas en dirección a mi mesa, me encorvé, moviendo mi gorra de béisbol discretamente para esconder mi rostro. Cada semana, había visto a la pelirroja desde el otro lado del restaurante, asegurándome de que ella nunca tuviera alguna razón para mirar en mi dirección. Generalmente se sentaba con el mentón apoyado en sus dedos entrelazados, escuchando atentamente mientras la rubia hablaba de chicos, dietas milagrosas, separaciones de celebridades, o de su horóscopo.
Entre la creciente lista de cosas que iba descubriendo acerca de ella estaba: sólo hacía ejercicios cuando hacía buen clima. Al menos una vez a la semana. Y sólo cuando la rubia, una persona de dietas, la arrastraba.
La anfitriona llevó a las chicas en dirección a mi mesa, me encorvé, moviendo mi gorra de béisbol discretamente para esconder mi rostro. Cada semana, había visto a la pelirroja desde el otro lado del restaurante, asegurándome de que ella nunca tuviera alguna razón para mirar en mi dirección. Generalmente se sentaba con el mentón apoyado en sus dedos entrelazados, escuchando atentamente mientras la rubia hablaba de chicos, dietas milagrosas, separaciones de celebridades, o de su horóscopo.
La anfitriona se movió hacia un lado repentinamente, sentando a las chicas a un par de mesas de distancia de la mia. Un sentimiento de ansiedad retumbó dentro de mi, y la sensación casi me hizo reír. ¿Cuándo fue la última vez que me había sentido como un niño nervioso de ser atrapado en un acto reprochable?
Pero yo «tenía» que jugar seguro. Cuando finalmente me presentara a ella, creando la ilusión de conocernos por primera vez, tenía que parecer algo al azar. Sólo después de que conociera su interior y su exterior, crearía una estrategia para ganar su confianza.
Rixon estaba equivocado. El ángel en mi hombro hacía sido atado y silenciado hace mucho tiempo. Yo era impulsado por mi propio bien mayor, mi brújula moral, una función de utilidad. Tenía un plan para todo, pero el resultado final era el mismo: satisfacer mis deseos.
Después de todo este tiempo, iba a tener un cuerpo humano. Porque lo quería, y tenía un plan. Y el centro de ese plan estaba sentado a metros de distancia, pinchando su agua helada con una pajilla.
Pero yo «tenía» que jugar seguro. Cuando finalmente me presentara a ella, creando la ilusión de conocernos por primera vez, tenía que parecer algo al azar. Sólo después de que conociera su interior y su exterior, crearía una estrategia para ganar su confianza.
Rixon estaba equivocado. El ángel en mi hombro hacía sido atado y silenciado hace mucho tiempo. Yo era impulsado por mi propio bien mayor, mi brújula moral, una función de utilidad. Tenía un plan para todo, pero el resultado final era el mismo: satisfacer mis deseos.
Después de todo este tiempo, iba a tener un cuerpo humano. Porque lo quería, y tenía un plan. Y el centro de ese plan estaba sentado a metros de distancia, pinchando su agua helada con una pajilla.
A pesar de que se encontraban a unas cuantas mesas de distancia, yo podía escucharlas.
—No sé tú, pero estoy pensando en que necesitamos comenzar el segundo año en la secundaria con un golpe —le dijo la rubia en voz alta a la pelirroja—. No más aburrimiento. Este año será épico. Sin tabúes. Y nada podría hacer mi año más épico que tener a Luke Massersmith como mi novio. Ya he comenzado mi plan de “así es como voy a tenerlo”. Anoté mi número de teléfono en la puerta de su garaje. Todo lo que queda ahora es sentarse, y esperar.
—¿Por la orden de restricción? —La pelirroja estaba sonriendo, lo que iluminaba toda su cara. Claramente no sabía el efecto que tenía, pensé, o lo haría más a menudo.
—¿Qué? ¿No lo encuentras evidente? —respondió la rubia.
—Sus padres te pondrán en la lista negra. Como sea que lo mires, siete dígitos escritos en la puerta de un garaje, no son lo mejor para romper el hielo.
No podía quitarle los ojos de encima. Esta semana más que la pasada. Pensándolo bien, había sido el patrón desde el comienzo. Era un inconveniente que no se pareciera a la descendiente de Chauncey perdida hace tiempo; matarla me haría disfrutar mucho más. No sabía qué esperaba, pero no era esto. Largas piernas, pero un paso cauteloso, reservado. Rasgos delicados. Una risa que no era demasiado estridente, ni demasiado suave. Todo en su lugar.
Otra sonrisa se deslizó por su boca. Se apoderó de mi la necesidad de poner una fisura en ella. Hacer que su mundo cuidadosamente construido se derrumbara. Sólo hacía falta una línea para ruborizarla. Apostaría dinero por eso.
—Quizás la próxima vez prueba con un mensaje de texto —sugirió la pelirroja—. “Hey, Luke, aquí está mi número”, eso funciona para el resto de la población.
La rubia dejó escapar un suspiro, y golpeó su mejilla con su puño.
—Déjalo. Tener a Luke Messersmith es un disparate de todas formas. Lo que necesitamos, es fijar nuestra mirada en otra parte. Un viaje de carretera a Portland. Hombre, eso haría que a Marcie le saliera vapor por las orejas. Tú y yo pasando el rato con chicos universitarios, mientras ella hace de modelo zorra de trajes de baño para JC Penney, en frente de babeantes estudiantes de primer año en plena pubertad.
Rixon arrastró su silla hacia adelante y eso me distrajo de la conversación que estaban teniendo las chicas.
—Me rindo —dijo él, llamando mi atención—. Me. Rindo. ¿Qué buscas?
Tomé otro sorbo de café.
—Tiempo de calidad contigo.—La pelirroja.
—Ves, cuando mientes, duele —dijo Rixon, secando una lágrima imaginaria—. Creí que teníamos algo especial. Pensé que nuestra sentencia eterna común de maldición era nuestro lazo. Sé que vas detrás de algo, y si tengo que hacerlo, te superaré.
—Dale un descanso.
—Me gustaría. El problema es que no soy estúpido.
—Actúas como un estúpido.
—Correcto. Gracias por eso. Para tu información, hay una diferencia entre actuar como estúpido, y ser un estúpido.
—Es una línea muy delgada, pero alguien tiene que trazarla.
Rixon aplastó sus manos contra la mesa con un ruido contundente.
—¿Qué estamos haciendo aquí aparte de morir apuñalados por el aburrimiento? Y si no lo dejas en claro en los próximos tres segundos, cumpliré mi promesa de hacer de tu sonrisa un saco de boxeo.
«Paciencia. Cuando lo mencione, eso es a lo que me refiero.» le dije a Rixon mentalmente.
«Indagando los efectos de los demás, ¿cierto? Tsk, tsk. Esa no es la manera de aviviar una amistad. Respecto a tus defectos, has olvidado como divertirte. ¿Por qué no vamos a buscar a un grupo de Nefilim para aterrorizar?» Rixon comenzó a ponerse de pie.
Yo también comencé a levantarme, pero la conversación tres mesas más allá llamó mi atención.
—¿Por qué no pueden los chicos de la escuela verse como… aquellos dos chicos? Yowza.
La voz de la rubia flotó en el aire.Miré a ambos lados y luego me di cuenta de que ambas, ella y la pelirroja, tenían sus ojos puestos en mi.Estaban definitiva y completamente conscientes, cuando Rixon empujó su puño contra mi mandíbula. Mi cabeza se movió hacia ambos lados, y me di cuenta cuando la miré, a la pelirroja, de que su boca formaba una perfecta y atónita O.
Bueno, esto era inconveniente.
—Te dije que te vencería —se rió Rixon, esquivando ágilmente alrededor de la mesa.
Me levanté en ese instante, totalmente enojado con Rixon por la humillación, aunque siendo conciente de que no debía mostrar que estaba enojado.
Rixon me empujó, tirandome contra la pared y contra el marco de una pintura. Caí al suelo, el cual estaba lleno de vidrios rotos.
Por la esquina del ojo, distinguí a la pelirroja, quien parpadeo confundida y, si no me equivocaba, lo suficientemente alarmada como para darme un poco de satisfacción… y ánimos.
Esquivé el siguiente golpe de Rixon con mis perfectos reflejos. Su puño pasó por encima de mi hombro. Con un golpe hacia arriba, hundí el puño en la parte inferior del mentón de Rixon.
Empecé a dar con todo en todas las partes del cuerpo de Rixon, apuntando especialmente a las costillas y a la piel alrededor de su estómago. Una vez, dos veces. Luego de cinco golpes directos, Rixon se tambaleó fuera de mi alcance y levantó sus manos.
—Quieres que grite tío, ¿es eso? —jadeó Rixon, con una sonrisa que decía que estaba disfrutando por primera vez en toda la noche.
La rubia hizo su camino a través de las mesas hasta Rixon. Le tendió su servilleta, apuntando su cara.
—Tienes un poco de sangre…
—Gracias, cariño. —Rixon se limpió la boca con la servilleta, luego me guiñó. «Dije que quería una chica cercana a los setecientos años, ¿verdad? Quería decir setecientos… más o menos.»Me dijo Rixon mentalmente. Reí por lo bajo.
Miré hacia la rubia, deseaba poder engañarla mentalmente para que obedientemente regresara a su mesa, pero Rixon se daría cuenta y comenzaría a hacer preguntas. Suspiré. Veinticuatro horas a partir de ahora, Rixon no recordaría su nombre. Eso seguro. Siempre hacia lo mismo con cada chica que conocia por un corto período de tiempo. Ella, en cambio, tendría un periodo de atención un poco más largo. Una complicación.
—Así que dime, cariño —dijo Rixon a la rubia arrastrando las palabras—. ¿Alguna vez han montado en una Ducatti Streetfighter? Estoy estacionado atrás.
La rubia ya estaba pasando su bolso sobre su hombro.
—¿Tu amigo tiene una moto también? Podría llevar a mi amiga, Nora. —Nora. Asi que ese era su nombre...La miré directamente a los ojos y ella me devolvió la mirada, con sus hermosos ojos. Me saludó.
—Vee —dijo Nora con exasperación y en advertencia.
Vee no se molestó en escuchar. Se giró hacia Rixon.
—Lo primero es lo primero. Alguien debería limpiarte. Tomé un curso de reanimación cardiopulmonar para niñeras este verano. Cuando se trata de hemorragias nasales, yo soy tu chica. —Tomó a Rixon por la manga, y lo llevó hasta el baño unisex.
Como era de esperar, Rixon rodeó los hombros de ella con su brazo y le acarició la mejilla.
—Guía el camino, enfermera… Era Vee, ¿verdad?
Ahora que no estaba Rixon, me encontraba frente a Nora. Hace dos minutos tenía las cosas bajo control.
Ahora me encontraba frente a ella, después de tanto tiempo tratando de acercarme mas a ella. Al fin había llegado el momento.
—No sé tú, pero estoy pensando en que necesitamos comenzar el segundo año en la secundaria con un golpe —le dijo la rubia en voz alta a la pelirroja—. No más aburrimiento. Este año será épico. Sin tabúes. Y nada podría hacer mi año más épico que tener a Luke Massersmith como mi novio. Ya he comenzado mi plan de “así es como voy a tenerlo”. Anoté mi número de teléfono en la puerta de su garaje. Todo lo que queda ahora es sentarse, y esperar.
—¿Por la orden de restricción? —La pelirroja estaba sonriendo, lo que iluminaba toda su cara. Claramente no sabía el efecto que tenía, pensé, o lo haría más a menudo.
—¿Qué? ¿No lo encuentras evidente? —respondió la rubia.
—Sus padres te pondrán en la lista negra. Como sea que lo mires, siete dígitos escritos en la puerta de un garaje, no son lo mejor para romper el hielo.
No podía quitarle los ojos de encima. Esta semana más que la pasada. Pensándolo bien, había sido el patrón desde el comienzo. Era un inconveniente que no se pareciera a la descendiente de Chauncey perdida hace tiempo; matarla me haría disfrutar mucho más. No sabía qué esperaba, pero no era esto. Largas piernas, pero un paso cauteloso, reservado. Rasgos delicados. Una risa que no era demasiado estridente, ni demasiado suave. Todo en su lugar.
Otra sonrisa se deslizó por su boca. Se apoderó de mi la necesidad de poner una fisura en ella. Hacer que su mundo cuidadosamente construido se derrumbara. Sólo hacía falta una línea para ruborizarla. Apostaría dinero por eso.
—Quizás la próxima vez prueba con un mensaje de texto —sugirió la pelirroja—. “Hey, Luke, aquí está mi número”, eso funciona para el resto de la población.
La rubia dejó escapar un suspiro, y golpeó su mejilla con su puño.
—Déjalo. Tener a Luke Messersmith es un disparate de todas formas. Lo que necesitamos, es fijar nuestra mirada en otra parte. Un viaje de carretera a Portland. Hombre, eso haría que a Marcie le saliera vapor por las orejas. Tú y yo pasando el rato con chicos universitarios, mientras ella hace de modelo zorra de trajes de baño para JC Penney, en frente de babeantes estudiantes de primer año en plena pubertad.
Rixon arrastró su silla hacia adelante y eso me distrajo de la conversación que estaban teniendo las chicas.
—Me rindo —dijo él, llamando mi atención—. Me. Rindo. ¿Qué buscas?
Tomé otro sorbo de café.
—Tiempo de calidad contigo.—La pelirroja.
—Ves, cuando mientes, duele —dijo Rixon, secando una lágrima imaginaria—. Creí que teníamos algo especial. Pensé que nuestra sentencia eterna común de maldición era nuestro lazo. Sé que vas detrás de algo, y si tengo que hacerlo, te superaré.
—Dale un descanso.
—Me gustaría. El problema es que no soy estúpido.
—Actúas como un estúpido.
—Correcto. Gracias por eso. Para tu información, hay una diferencia entre actuar como estúpido, y ser un estúpido.
—Es una línea muy delgada, pero alguien tiene que trazarla.
Rixon aplastó sus manos contra la mesa con un ruido contundente.
—¿Qué estamos haciendo aquí aparte de morir apuñalados por el aburrimiento? Y si no lo dejas en claro en los próximos tres segundos, cumpliré mi promesa de hacer de tu sonrisa un saco de boxeo.
«Paciencia. Cuando lo mencione, eso es a lo que me refiero.» le dije a Rixon mentalmente.
«Indagando los efectos de los demás, ¿cierto? Tsk, tsk. Esa no es la manera de aviviar una amistad. Respecto a tus defectos, has olvidado como divertirte. ¿Por qué no vamos a buscar a un grupo de Nefilim para aterrorizar?» Rixon comenzó a ponerse de pie.
Yo también comencé a levantarme, pero la conversación tres mesas más allá llamó mi atención.
—¿Por qué no pueden los chicos de la escuela verse como… aquellos dos chicos? Yowza.
La voz de la rubia flotó en el aire.Miré a ambos lados y luego me di cuenta de que ambas, ella y la pelirroja, tenían sus ojos puestos en mi.Estaban definitiva y completamente conscientes, cuando Rixon empujó su puño contra mi mandíbula. Mi cabeza se movió hacia ambos lados, y me di cuenta cuando la miré, a la pelirroja, de que su boca formaba una perfecta y atónita O.
Bueno, esto era inconveniente.
—Te dije que te vencería —se rió Rixon, esquivando ágilmente alrededor de la mesa.
Me levanté en ese instante, totalmente enojado con Rixon por la humillación, aunque siendo conciente de que no debía mostrar que estaba enojado.
Rixon me empujó, tirandome contra la pared y contra el marco de una pintura. Caí al suelo, el cual estaba lleno de vidrios rotos.
Por la esquina del ojo, distinguí a la pelirroja, quien parpadeo confundida y, si no me equivocaba, lo suficientemente alarmada como para darme un poco de satisfacción… y ánimos.
Esquivé el siguiente golpe de Rixon con mis perfectos reflejos. Su puño pasó por encima de mi hombro. Con un golpe hacia arriba, hundí el puño en la parte inferior del mentón de Rixon.
Empecé a dar con todo en todas las partes del cuerpo de Rixon, apuntando especialmente a las costillas y a la piel alrededor de su estómago. Una vez, dos veces. Luego de cinco golpes directos, Rixon se tambaleó fuera de mi alcance y levantó sus manos.
—Quieres que grite tío, ¿es eso? —jadeó Rixon, con una sonrisa que decía que estaba disfrutando por primera vez en toda la noche.
La rubia hizo su camino a través de las mesas hasta Rixon. Le tendió su servilleta, apuntando su cara.
—Tienes un poco de sangre…
—Gracias, cariño. —Rixon se limpió la boca con la servilleta, luego me guiñó. «Dije que quería una chica cercana a los setecientos años, ¿verdad? Quería decir setecientos… más o menos.»Me dijo Rixon mentalmente. Reí por lo bajo.
Miré hacia la rubia, deseaba poder engañarla mentalmente para que obedientemente regresara a su mesa, pero Rixon se daría cuenta y comenzaría a hacer preguntas. Suspiré. Veinticuatro horas a partir de ahora, Rixon no recordaría su nombre. Eso seguro. Siempre hacia lo mismo con cada chica que conocia por un corto período de tiempo. Ella, en cambio, tendría un periodo de atención un poco más largo. Una complicación.
—Así que dime, cariño —dijo Rixon a la rubia arrastrando las palabras—. ¿Alguna vez han montado en una Ducatti Streetfighter? Estoy estacionado atrás.
La rubia ya estaba pasando su bolso sobre su hombro.
—¿Tu amigo tiene una moto también? Podría llevar a mi amiga, Nora. —Nora. Asi que ese era su nombre...La miré directamente a los ojos y ella me devolvió la mirada, con sus hermosos ojos. Me saludó.
—Vee —dijo Nora con exasperación y en advertencia.
Vee no se molestó en escuchar. Se giró hacia Rixon.
—Lo primero es lo primero. Alguien debería limpiarte. Tomé un curso de reanimación cardiopulmonar para niñeras este verano. Cuando se trata de hemorragias nasales, yo soy tu chica. —Tomó a Rixon por la manga, y lo llevó hasta el baño unisex.
Como era de esperar, Rixon rodeó los hombros de ella con su brazo y le acarició la mejilla.
—Guía el camino, enfermera… Era Vee, ¿verdad?
Ahora que no estaba Rixon, me encontraba frente a Nora. Hace dos minutos tenía las cosas bajo control.
Ahora me encontraba frente a ella, después de tanto tiempo tratando de acercarme mas a ella. Al fin había llegado el momento.